8/2/11

La Cenicienta



Había una vez una bella joven que, después de quedarse huérfana de padre y madre, tuvo que vivir con su madrastra y las dos hijas que tenía ésta. Las tres mujeres eran tan malas y tan egoístas que se quedaban cada día mas feas.

La bella joven era explotada por ellas. Era ella quien hacía todo el trabajo más duro de la casa. Además de cocinar, fregar, etc, ella también tenía que cortar leña y encender la chimenea. Así sus vestidos estaban siempre manchados de ceniza, por lo que todos la llamaban Cenicienta.

Un día se oía por todas partes de la ciudad que el príncipe de aquel país había regresado. El rey, muy contento, iba a dar una gran fiesta a la que iba a invitar a todas las jóvenes del reino, con la esperanza de que el príncipe encontrara en una de ellas, la esposa que deseaba.

En la casa de Cenicienta, sus hermanastras empezaban a prepararse para la gran fiesta. Y decían a Cenicienta:
- Tú, no irás. Te quedarás limpiando la casa y preparando la cena para cuando volvamos.

El día del baile había llegado. Cenicienta vio partir a sus hermanastras al Palacio Real y se puso a llorar porque se sentía muy triste y sola. Pero, de pronto, se le apareció un Hada que le dijo:
- Querida niña, sécate tus lágrimas porque tú también irás al baile.
Y le dijo Cenicienta:
- Pero, ¿cómo?, si no tengo vestido ni zapatos, ni carruaje para llevarme?
Y el hada, con su varita mágica, transformó una calabaza en carruaje, unos ratoncillos en preciosos caballos, y a Cenicienta en una maravillosa joven que mas se parecía a una princesa.
Y le avisó:
- Tú irás al baile, pero con una condición: cuando el reloj del Palacio dé las doce campanadas, tendrás que volver enseguida porque el hechizo se acabará.

Hermosa y feliz, Cenicienta llegó al Palacio. Y cuando entró al salón de baile, todos se pararon para mirarla. El príncipe se quedó enamorado de su belleza y bailó con ella toda la noche. Pero, al cabo de algunas horas, el reloj del Palacio empezó a sonar y Cenicienta se despidió del príncipe, cruzó el salón, bajó la escalinata y entró en el carruaje en dirección a su casa. Con las prisas, ella perdió uno de sus zapatos de cristal que el príncipe recogió sin entender nada.

Al día siguiente, el príncipe ordenó a los guardias que encontraran a la señorita que pudiera calzar el zapato. Los guardias recorrieron todo el reino. Todas las doncellas se probaron el zapato pero a nadie le sirvió. Al fin llegaron a la casa de Cenicienta. Y cuando ésta se lo puso todos vieron que le estaba perfecto.
Y fue así cómo Cenicienta volvió a encontrarse con el príncipe, se casaron, y vivieron muy felices.

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